De los diferentes caminos que llevan al Rocío,

nuestra Hermandad lo hace por el llamado "Camino de Cádiz"

 

 

    Mariana en el corazón y en el nombre, la gaditana ciudad de El Puerto de Santa María, realiza su recorrido anual hacia la aldea de El Rocío con el sabor característico de cuanto se hace en estos pagos andaluces. Pero en esta ocasión, el acontecimiento aglutina mayor efervescencia y pasión ya que se trata de rendir homenaje de amor a la Virgen del Rocío. Todo comienza cuando el diputado de Romería (también llamado "alcalde de carreta"), acompañado por otros representantes y autoridades, sale de la Parroquia de San Joaquín con el Simpecado para enfilar por las calles de Caldevilla, Virgen de los Milagros y Paseo de la Victoria. En este emplazamiento se halla una pequeña capilla denominada de los Caminantes, en la que se celebra tradicionalmente la Santa Misa de Romeros. Una vez oficiada la Eucaristía, se suceden las etapas del protocolo que culmina con la colocación del Simpecado en su carreta, toda ella adornada de romero y flores naturales y tirada por cuatro mulos.

 

    De esta manera se inicia el trasiego por las calles portuenses hacia la carretera de la vecina ciudad de Sanlúcar de Barrameda, al principio de la cual se hará un alto en el monumento a la Blanca Paloma propiedad de la Hermandad, situado en la finca "Las Marías" En este lugar se produce la multitudinaria despedida que los portuenses hacen a los peregrinos; será mediante una Salve que se elevará al cielo con una doble misión: recordar a quienes no pueden ya sumarse al camino y recibir el amparo de la Señora en la travesía de los arenales.

 

    El primer rengue tiene lugar por los caminos que llevan hacia Sanlúcar, donde se reza el Ángelus. A la entrada de la Ciudad se procederá a una segunda parada para tomar un almuerzo frío y compartir las primeras impresiones y emociones de este viaje anhelado. La marcha se reanuda pronto, frescas aún las fuerzas y repleto el corazón de ansias por desembocar en el reino de las marismas. Llegada a Bajo Guía, la comitiva toma su turno de embarque y, con el paso del Guadalquivir, accede a los parajes del Coto de Doñana por la entrada de la playa de Malandar, pórtico de pinares escoltados por arbustos de romero.

 

    El tránsito por la vía pecuaria rinde visita a los lugares de la Venta, El Muro, La Plancha, La Marisma y, al fin, el Palacio de las Marismillas; será en este punto donde el declive del sol aconseje la primera pernocta. Es, pues, el momento de ir disponiendo las carretas, preparar el campamento y celebrar el rezo del Santo Rosario a la luz de la luna. La convivencia religiosa de las gentes seguirá noche adelante, como un rescolde de candela que no quiere apagarse por más que el cansancio comience a hacer mella. Pero el sueño, en el camino, por más que se requiera no pasa de ser la última de las necesidades de los peregrinos: ninguno quiere perderse un solo instante de esa vida aparte, de esa excepción de lo cotidiano.

 

    El despertar del alba viene marcado por la Eucaristía presidida por el obispo de la Diócesis de Asidonia-Jerez, ocasión para el encuentro y la confraternidad de diversas Hermandades de la provincia. Acto seguido se vuelve a poner en marcha la caravana hasta que el mediodía establece la pausa del Ángelus, para seguir por el Rincón del Membrillo y Cuesta de la Leche hacia el Cerro del Trigo, pasando el cual se procede al rengue del almuerzo. Más adelante, tras el descanso reparador, se sigue por Carbonera y la Casa del Guarda, en donde hay un abrevadero que se aprovecha para dar agua a las bestias con el fin de realizar el tramo más duro de este camino, que es el Cerro de los Ánsares.

 

    Las dificultades de la travesía harán que, superando el cerro, se establezca una nueva parada para dar descanso a los animales e intercambiar experiencias y sensaciones. Poco queda de ruta en este segundo día, ya que cuando se pase por el Cancelín de las Lindes –rengue de merienda--, la Pinaleta y los Montes Bajos, enseguida asomarán los Palacios de Doñana, emplazamiento de la segunda noche del peregrinar. Nuevamente compartirán ese momento mágico varias Hermandades, lo que facilitará la celebración nocturna mediante cantes por sevillanas, bailes y todo tipo de escenas festivas con el marchamo de la intimidad que brinda la naturaleza en sus noches de radiante primavera. A un paso la Raya, y de ahí al Rocío. El cielo espera poco después del alba.